lunes, 8 de octubre de 2018

Cuando su avión SR-71 Blackbird se desintegró a Mach 3, este piloto sobrevivió a una caída libre desde el espacio

Image: Piloto a los mandos de un Blackbird (Wikimedia Commons)


Curiosamente, casi medio siglo antes de que todas las cámaras se fijaran en el salto supersónico y estratosférico de Félix Baumgartner, un hombre ya lo había conseguido. Con una diferencia, no lo hizo a propósito. De hecho, siempre se preguntó cómo podía seguir vivo. Su nombre: Bill Weaver.
El 22 de diciembre de 1964 tenía lugar el primer vuelo del mítico Lookheed SR-71 “Blackbird”. Se trata de un avión de reconocimiento estratégico de largo alcance capaz de volar a 88.000 pies y superar la velocidad de Mach 3, de hecho, es el avión tripulado más rápido del mundo (si no tomamos en cuenta el avión experimental North American X-15 que jamás entró en servicio).

Image: Wikimedia Commons
 
La aeronave, diseñada por Clarence Johnson, estuvo en activo desde 1964 hasta 1998. Tiempo suficiente para que alrededor de ella existan todo tipo de historias fascinantes. No en vano, estamos ante uno de los primeros aviones diseñados con tecnologías furtivas (indetectables) para reducir su señal en el radar. Es verdad que nunca lo fue del todo, pero el avión fue y sigue siendo un hito.
Dos años después de que tuviera lugar el primer vuelo, los ingenieros seguían tratando de mejorar la máquina. El icónico SR-71 requería que las tripulaciones llevaran un traje de presión especial plateado para garantizar su seguridad. Uno que demostró ser muy útil durante un tiempo, ya que la aeronave experimentó varios accidentes a velocidades y altitudes muy altas durante sus vuelos de prueba.
Y de todas ellas, la prueba ocurrida el 25 de enero de 1966 iba a ser la definitiva, aunque no fuera a propósito.

Caída desde el espacio

Image: Vista desde la cabina a 83,000 pies (25,000 metros) sobre el Océano Atlántico (Wikimedia Commons)
Aquel día el SR-71 lo llevó el piloto Bill Weaver junto a un especialista en pruebas de vuelo de Lockheed, Jim Zwayer, en el asiento trasero. Ambos despegaron del Edwards AFB a las 11:20 am. Repostaron combustible desde un KC-135, aceleraron a Mach 3.2 y subieron a 78.000 pies, que era su altitud inicial de crucero.
Weaver y Zwayer estaban probando un SR-71 Blackbird ligeramente modificado, un avión espía capaz de volar tres veces la velocidad del sonido. Dicho Blackbird en particular tenía su centro de gravedad movido ligeramente hacia atrás para que se pudieran probar nuevos procedimientos para reducir la resistencia y mejorar el rendimiento. Esta alteración también hizo que el avión fuera menos estable longitudinalmente.
Sea como fuere, todos los planes se iban a torcer en cuestión de segundos. Mientras estaban en Mach 3.2 y Weaver giraba a la derecha, la entrada al motor J-58 (derecho) desarrolló algún tipo de mal funcionamiento. A velocidades supersónicas, las entradas de aire a los motores son algo complicadas, con todo tipo de vías complejas para reducir la velocidad del aire de admisión a subsónica antes de entrar en contacto con el motor.

Image: Wikimedia Commons


Aquello obligó a la aeronave a girar más a la derecha y comenzar a elevarse. La pérdida de empuje del motor a la derecha causó una violenta desviación del Blackbird. Weaver se dio cuenta desde el principio que no podía hacer nada para hacerse con los controles.

Agarré como pude la palanca de control tanto a la izquierda como a la derecha. No había respuesta. Instantáneamente supe que estábamos inmersos en un viaje salvaje”, contó el piloto.

Dado que las posibilidades de sobrevivir a una expulsión a Mach 3 y 78.000 pies no eran del todo buenas, Weaver y Zwayer decidieron quedarse en el interior para restablecer el control hasta que alcanzaran una velocidad y altitud más bajas, pero los efectos acumulativos de las fallos del sistema eran demasiados. 

Image: Cabina de un Blackbird (Wikimedia Commons)


Todo parecía desarrollarse en cámara lenta”, explicó, “incluso si el tiempo transcurrido desde el inicio del evento hasta la catastrófica salida fue de dos a tres segundos”.

Ni ellos mismos tienen idea del tiempo que pasaron allí. Weaver recordaba que en un momento dado estaba tratando de comunicarse con Jim y se desmayó, sucumbiendo a las fuerzas extremadamente altas.

Cuando volvió a recuperar la conciencia no daba crédito a lo que estaba viendo. “Literalmente, el SR-71 comenzó a desintegrarse a nuestro alrededor”. Weaver no podía creer lo que realmente estaba sucediendo:
No podría haber sobrevivido a lo que acababa de suceder. Debía estar muerto, pero no. Cuando recuperé la plena conciencia, me di cuenta de que no estaba muerto para nada. De alguna manera me había separado del avión. No tenía idea de cómo podría haber sucedido esto, de hecho, no había iniciado una expulsión.


Lo que sí recordaba perfectamente fue el sonido inconfundible del aire apresurado entremezclado al sonido de unas correas agitándose en el viento. Con los ojos alcanzó a ver la realidad de la situación, “estaba cayendo, aunque no podía ver nada. La placa frontal de mi traje de presión se había congelado y estaba mirando a una capa de hielo”.

Dicho de otra forma, el traje de presión estaba demostrando ser una protección de lo más efectiva ante una situación extrema. De hecho, una vez que se infló por completo, también funcionaba un cilindro de oxígeno de emergencia situado en el kit del asiento conectado al arnés del paracaídas.

No solo suministraba oxígeno para respirar, sino que también presionaba el traje, evitando que la sangre de Weaver hirviera a una altitud extremadamente alta. De esta forma, la presurización del traje también había proporcionado protección física contra golpes fuertes y fuerzas g.

El traje inflado se había convertido en una pequeña cápsula de escape.

Image: Weaver listo para una de las pruebas (Bill Weaver)

No fue lo único que funcionó a la perfección ese día. Para que Weaver llegara a tierra sano y salvo debían funcionar muchas más cosas. Por ejemplo, otro sistema concebido para salvaguardar a la tripulación del Blackbird durante el procedimiento de rescate: el sistema de paracaídas del SR-71.

Para evitar movimientos por el cuerpo y lesiones físicas debido a las fuerzas centrífugas, se diseñó para desplegar automáticamente un paracaídas estabilizador de pequeño diámetro poco después de la expulsión y la separación del asiento.

Sí, Weaver no había activado intencionalmente la secuencia de eyección, y como él mismo pensó, la rampa de estabilización podría no haberse desplegado, “pero rápidamente determiné que estaba cayendo verticalmente y no en picado”.

Aquello significaba que el pequeño paracaídas se había desplegado y estaba haciendo su trabajo.

Image: Wikimedia Commons

La siguiente preocupación tenía que ver con el paracaídas principal, el cual estaba diseñado para abrirse automáticamente a 15.000 pies, aunque nuevamente no tenía ninguna garantía de que la función de apertura automática saliera adelante.
Por eso Weaver decidió abrir la placa frontal, “para estimar mi altura sobre el suelo, pero cuando alcancé la placa frontal, sentí la repentina desaceleración (y tranquilizadora) del despliegue del paracaídas principal”.
Levanté la placa frontal congelada y descubrí que su parte superior estaba rota. Usando una mano para sostenerla, vi que descendía a través de un cielo despejado e invernal con visibilidad ilimitada. Me sentí muy aliviado al ver el paracaídas de Jim cayendo a cierta distancia. No pensé que ninguno de los dos podría haber sobrevivido a la ruptura de la aeronave, por lo que al ver que Jim también había escapado, levantó mi espíritu.
Desafortunadamente, Jim Zwayer ya estaba muerto, su cuello se rompió casi inmediatamente después de que el Blackbird se desintegró. Por el contrario, Weaver estaba ileso. Un hombre lo rescató cuando aterrizó en su granja y un helicóptero lo llevó a un hospital cercano unos minutos después.

Image: Weaver (U.S. Air Force)


Weaver regresó a las pruebas del SR-71 a las dos semanas, y continuó una larga y exitosa carrera como piloto de pruebas.

El mundo normalmente no suele acordarse del alucinante vuelo de Weaver y sí de Baumgartner. Quizás porque al bueno de Bill le faltaban las alas de Red Bull. 



Fuente: Gizmodo

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